Publicada en Le Monde Diplomatique Edición Cono Sur, junio de 2014.
Por Natalia Zuazo
Hyatt de San Pablo. Alfombras cálidas, vasos con agua de manantial embotellada, bandejas de plata para las recepciones. La crème de la diplomacia mundial de internet, incluidos los inventores de la Red, toman asiento en las sillas de pana de la sala de conferencias más grande y lujosa del hotel. Los funcionarios de los gobiernos, también invitados, dominan las primeras filas. En la columna de sillas de la izquierda, los activistas y defensores de los derechos de los usuarios, ocupan en bloque otra parte del espacio. Todos compartieron tragos, risas y anécdotas la noche anterior, todos se conocen, pero hoy cada uno toma su rol. Son casi las diez de la mañana del 23 de abril de 2014 y el cronograma está atrasado. Los alrededores del hotel, que incluyen la sede paulista de la súper red medios O Globo, se inundaron de custodios y el operativo de seguridad anuló toda señal en los celulares: está llegando Dilma Rousseff, la presidenta de Brasil, para abrir formalmente NET Mundial, un encuentro donde su país es anfitrión y están invitados los múltiples actores interesados en el futuro de internet.
¿No somos los usuarios los interesados en la Red? ¿No somos sus dueños?
Sí. Pero además de nosotros (“todos los hombres conectados del mundo”), existen una serie de organismos, empresas y organizaciones sociales que se reúnen desde hace años en distintas ciudades del mundo para discutir y avanzar en la llamada “gobernanza de internet” (el término oficialmente utilizado, aunque también discutido por su literalidad de traducción anglosajona). Pero NET Mundial es distinto. Y nada de su contexto es casualidad. No es capricho que estemos en San Pablo, la ciudad del poder de la potencia internacional Brasil, uno de los países que se plantó con más firmeza contra Estados Unidos luego de las revelaciones de espionaje masivo de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) sacadas a la luz por su ex consultor Edward Snowden en junio de 2013. Tampoco es casualidad que el encuentro ocurra en abril de 2014. Desde las revelaciones de Snowden, las discusiones sobre quiénes y cómo gobiernan internet tomaron una velocidad que no habían tenido en los últimos 15 años. Ni siquiera es fortuito que, en unos días, en esta misma ciudad y en todo el país, vaya a empezar “la Copa”, como llaman en la tele y en las calles brasileras al Mundial de fútbol. Brasil quiere ganar, en todos los frentes.
Usted abusó
“Estamos ante un caso de invasión y sobre todo ante un caso de falta de respeto sobre la soberanía de nuestro país”, dijo Dilma Rousseff en septiembre de 2013 en la Asamblea General de Naciones Unidas, con las réplicas del escándalo de la NSA todavía detonando, y tras suspender una visita oficial a Barack Obama. Su discurso recorrió el mundo: “Brasil sabe cómo protegerse. Brasil redoblará sus esfuerzos para contar con leyes, tecnologías y mecanismos que nos protejan adecuadamente contra la intercepción ilegal de comunicaciones y de datos. Mi gobierno hará cuanto esté a su alcance para defender los derechos humanos de todos los brasileros y para proteger los frutos surgidos del ingenio y los trabajadores de las empresas de Brasil”. En Alemania, Angela Merkel también había presentado quejas ante el espionaje de Estados Unidos, pero Dilma fue más allá. “Acá no hay terrorismo”, dijo con remitente directo a Estados Unidos y su corporación militar, y aprovechó para contarle al mundo sobre cómo su administración sacó de la pobreza a 22 millones de habitantes en dos años.
Vuelta al Planalto, Rousseff anunció un plan de soberanía tecnológica: instalar cables de fibra óptica independientes de la infraestructura de las potencias, servidores en el territorio brasileño, un servicio de emails gubernamental con su propio sistema de encriptación y exigir a empresas como Google o Facebook a almacenar información de usuarios de ese país en servidores locales para que los datos de sus ciudadanos se rijan por leyes locales. Luego, volvió a impulsar el debate de la ley de Marco Civil de Internet, que iba y venía como proyecto en el Congreso brasilero desde 2009. Pensada por sus creadores como la “Constitución de Internet para Brasil”, la ley se proponía como una serie de principios para proteger los derechos de los usuarios, desde la privacidad y la libertad de expresión hasta la neutralidad de la Red, es decir, que los proveedores de internet no se metan con lo que los usuarios consumen ni puedan cobrar de más por cantidad de contenidos utilizados. Elogiada por académicos, activistas y hasta el propio creador de la web, Tim Berners-Lee, la ley superó el gran lobby de las empresas de telecomunicaciones y fue aprobada la noche del 22 de abril de 2014, un rato antes de la recepción de bienvenida a NET Mundial. Esa noche, los vasos de caipiriña de maracuyá brindaron por ella. El 23 de abril, antes de subir al estrado para dar el discurso inaugural, Rousseff firmó y promulgó la ley. Los 1229 participantes de 97 países presentes en NET Mundial y los miles conectados a la transmisión vía web en 30 ciudades del mundo, vieron su éxito. Y también vieron cómo, en la misma sala, los activistas se pusieron de pie y se cubrieron las caras con máscaras de Edward Snowden. “Estamos acá por él”, dijeron, mientras los medios del mundo los fotografiaban y otros repartían folletos reclamando que el encuentro se pronunciara definitivamente en contra de la vigilancia masiva y a favor de una red abierta.
Los carteles, y la historia, les daban la razón. Estábamos allí gracias a Snowden.
Diga gobernanza
Primero, desde 1967, internet fue un proyecto gubernamental y militar. En su versión actual, una gran red de redes que usamos como medio masivo de comunicación, la Red tiene 25 años. Su crecimiento no tuvo un plan maestro: se fue instalando su infraestructura a medida que empresas, gobiernos, universidades y usuarios quisieron y necesitaron usarla. Mientras esta expansión horizontal sucedía, Estados Unidos estableció una serie de organismos que iban organizando verticalmente –y apropiándose- de las funciones técnicas de la Red: la distribución de las direcciones, los nombres de dominio, los servidores donde se almacenan los datos. En 1986 se estableció la Fuerza de Tareas de Ingeniería para Internet (IETF), que se sumó al trabajo de la Autoridad para la Asignación de Nombres y Números (IANA). En 1998, cuando internet explotó comercialmente, la IANA creó una empresa llamada ICANN, que maneja, desde entonces, los recursos técnicos de la Red. Pero había una tensión. Algunos creían que las funciones técnicas de internet debían mantenerse separadas de las discusiones sobre los impactos sociales y económicos de la Internet y otros consideraban que no hay decisiones tecnológicas separadas de la política. Esta segunda opción se impuso y quedó plasmada en la “Agenda de la Sociedad de la Información” redactada en la Cumbre de Túnez en 2005. Desde allí, impulsada por las Naciones Unidas, la gobernanza de internet se definió como “el desarrollo y aplicación por los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil, en el desempeño de sus respectivos papeles, de principios, normas, reglas, procedimientos de toma de decisiones y programas comunes que dan forma a la evolución y a la utilización de Internet”[i]. En épocas de optimismo democratizador de las tecnologías, era una invitación a que los gobiernos aplicaran, localmente, y colaborando con empresas y organizaciones sociales, las políticas para gestionar la Red. Se crearon entonces los Foros de Gobernanza de Internet (IGF, por sus siglas en inglés), que dieron espacio al diálogo multisectorial (o “multistakeholder, un término obligado en léxico de la gobernanza) sobre esas políticas.
Sin embargo, en la práctica, los foros no lograron articular grandes avances, y los Estados tampoco lideraron, salvo excepciones, sus propios procesos de adopción de normas para las tecnologías. Mientras tanto, las grandes corporaciones de telecomunicaciones expandían cada vez más la infraestructura y ponían, de facto, las reglas del uso de internet. Luego, otras grandes empresas de tecnología como Google y Facebook comenzaron a controlar grandes flujos de información. Y algunos Estados con grandes capacidades técnicas también desarrollaron programas de vigilancia masiva de sus ciudadanos, otra forma de controlar la Red. Hasta que, en junio de 2003, Edward Snowden abrió los archivos de la NSA y el proceso se aceleró tanto que en unos pocos meses la historia de la gobernanza de internet avanzó lo que no lo había hecho en años.
Tomar distancia
El 7 de octubre de 2013, en la Casa de Internet de América Latina, un edificio frente al mar rioplatense, representantes de distintas organizaciones de internet firmaron la Declaración de Montevideo sobre el futuro de la cooperación en Internet. En ella, hicieron explícito el pedido de la comunidad y pidieron que Estados Unidos iniciara un proceso de apertura en las funciones de internet, para dejarlo en manos de un grupo más amplio de instituciones o países. También, expresaron su preocupación “por el debilitamiento de la confianza de los usuarios de internet a nivel global por las revelaciones acerca del monitoreo y la vigilancia generalizados”. Fue un claro mensaje al país que había creado internet, liderado por otras regiones, en especial América Latina, para repartir el poder de un invento que ya superó los límites nacionales, pero cuyo dominio parece seguir en manos de los mismos. En marzo de 2014, un mes antes de NET Mundial, Estados Unidos respondió, batiendo un récord de rapidez en un proceso que venía siendo muy lento. La ICANN informó que iniciaría el proceso para transferir las funciones técnicas más importantes de internet a la comunidad global. El anuncio fue considerado histórico para Internet, ya que efectivamente abre a otros actores un control hasta ese momento jerarquizado por unos pocos organismos y empresas.
Pero el camino será muy largo y conflictivo. En el control de internet hay grandes poderes en juego y ninguno quiere perder terreno. En la capa material de la Red, hay unas pocas y grandes empresas que manejan la infraestructura de internet (los caños que nos conectan, las redes de fibra óptica, los servidores donde otras empresas almacenamos nuestros datos), y que se entremezclan en las estructuras de toma de decisiones como “técnicas” y neutrales, pero, como sabemos, nadie que domine lo material lo hace sin una ideología. En la capa de los contenidos, lo que confiamos a la web cada vez que subimos o circulamos un dato, hay desde Estados hasta empresas (como Google o Facebook) que también buscan mantener el control de la información. Los conflictos de privacidad, neutralidad en la circulación de los contenidos, la libertad de expresión, y muchas otras libertades que se juegan, ahora también, en la Red, también entran en conflictos cada vez más habituales, y en la agenda de la gobernanza.
Escribir el futuro
De esos conflictos se ocupó NET Mundial en sus dos días de discusiones. Claro que no los llamó conflictos, sino que los reunió en un documento final de “consensos” llamado Declaración Multistakeholder de San Pablo[ii], que será ahora un mapa a seguir en el proceso de la construcción de las políticas globales de internet, y que incluye tanto lineamientos técnicos como cuestiones de derechos de los usuarios.
Por supuesto, ninguna de las “múltiples partes” quedó conforme con el documento. El sector privado, es decir, las empresas, salieron con algo más de ventaja, y llevaron a la sociedad civil, el sector más ruidoso -tanto en el encuentro como en murmullo de las redes sociales- a decir algo muy repetido: estos encuentros sólo sirven para perpetuar el statu quo del poder de internet. Por una parte, esto es cierto, en tanto no se incluyó una cláusula de neutralidad de la Red, que sirve para proteger a los usuarios de posibles abusos de las empresas por restringir o cobrar más caros ciertos contenidos. Y también es cierto en tanto se repitió el lobby del sector pro copyright, en detrimento de una internet basada en la creación y copia libres, que promuevan el intercambio de pares, la idea que inició internet y que su crecimiento concentrado pone en peligro. De la otra parte, la sociedad civil (que tampoco es un colectivo homogéneo ni libre de discusiones), logró incluir el concepto de “vigilancia masiva” de las comunicaciones y que se escribiera que debe ser “revisada”, tanto si la realiza un Estado como una empresa privada.
Pero la guerra de internet recién empieza. Y se está librando en un escenario tan internacional como la Red misma, pero no por eso virtual. Las discusiones son tan reales como en cualquier conflicto de poder. Como me decía un funcionario de un organismo de internet, café en mano en una pausa de las negociaciones: “Esto es como House of Cards”. La afirmación es totalmente cierta, pero contrasta con esa idea que la publicidad y el marketing de internet y la tecnología nos hicieron comprar, donde navegar es un camino de hermosas experiencias, por nubes blancas con angelitos en forma de computadoras o celulares, que van trasladando nuestros datos de nube en nube. Pero internet no es eso. Son cables, servidores, más cables, y ninguna nube, que tiene dueños y que tienen intereses tan pesados como empresas multinacionales y gobiernos de todos los signos que quieren controlarlas. La paz no existe. Las guerras también suceden en ella. Su funcionamiento también debe ser defendido. Pero eso sólo es posible mirándola de cerca, desde su lado político, como otro espacio que hay que luchar para que no quede, de nuevo, en manos de pocos.
[i] Agenda de Túnez para la Sociedad de la Información. En: http://www.itu.int/wsis/docs2/tunis/off/6rev1-es.html
[ii] Documento completo en http://netmundial.br/netmundial-multistakeholder-statement/