Participamos de una entrevista para la Revista Mundo Diners.
¿Por qué la tecnología ahonda la desigualdad en la sociedad?
—Quienes producen aparatos o sistemas tecnológicos tienen intenciones. Y cuando nosotros usamos esas tecnologías estamos inmersos en relaciones de poder que, por ejemplo, monetizan esos datos. Como cuando vamos a hacernos un estudio médico o tenemos que utilizar una plataforma en cualquier área de gobierno que requiere nuestros datos personales. Por lo tanto, está en la configuración y decisión política que el diseño de esa tecnología genere más oportunidades o más desigualdades.
¿Cuándo se comenzó a notar que la tecnología podría ser un factor de desigualdad?
—Yo diría que empezó a ser un problema mayor cuando la concentración de las empresas tecnológicas provocó que solo unos pocos jugadores tuvieran la capacidad de tomar decisiones sobre ella y de incidir en nuestras vidas. Hubo un momento en el que estas empresas ponían también las reglas sobre las cuales se decidía. Por ejemplo, cómo se interactuaba y cómo se moderaba el contenido en las redes sociales. Y eso sigue siendo así.
Esa concentración, sumada a las reglas autoimpuestas por las plataformas, llevó a situaciones como las de Cambridge Analytica, donde una plataforma juntó una gran cantidad de datos de las personas para, en cierto punto, “manipular a la opinión pública”. O también las denuncias que hizo en su momento Edward Snowden de espionaje a las personas, lo que llamamos el capitalismo de la vigilancia. Con el tiempo empezamos a darnos cuenta que la acumulación de información en pocas manos puede facilitarnos ciertas actividades, pero también se hace muy redituable para un pequeño grupo de empresas que rinden muy pocas cuentas a la sociedad.
¿Qué impacto ha tenido la tecnología en la forma de hacer política?
La gestión de lo público siempre necesitó datos de las personas y de los ciudadanos para tomar decisiones. Y esos datos hoy se acumulan masivamente y se procesan de una forma mucho más rápida. Por lo que los gobiernos, sean locales, regionales o nacionales, tienen que seguir incorporando especialistas que gestionen toda esa gran cantidad de datos de forma eficiente. Para eso primero nos tenemos que preguntar: ¿con qué objetivo político queremos utilizar esos datos? A partir de ahí, cabe desarrollar el dispositivo tecnológico para decidir y definir qué objetivo de desarrollo queremos lograr con esos datos.
Además, la campaña y la gestión antes eran momentos un poco separados en la vida política. Hoy, con la aceleración de la información, a veces no se distinguen tanto. El social listening, el big data, la escucha de redes y de medios es algo que se tiene que utilizar permanentemente. Pero eso se debe usar para tomar decisiones que deben tener un norte: qué se quiere hacer según el plan de Gobierno.
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