¿Cómo hacer comunicación política en escenarios polarizados? Entrevista con Natalia Zuazo en Clarín
Por Juan Brodersen para Clarín.com
La “grieta” que popularizó en los medios el periodista Jorge Lanata parece estar más vigente que nunca. El recorrido es conocido: se viraliza un video, noticia o tuit y, de ambos lados, el discurso radicalizado se adueña de las interacciones. Y los algoritmos de las redes sociales contribuyen bastante -si es que no son los responsables- a una creciente degradación del debate público.
“¿Por qué preferimos la grieta, aunque digamos lo contrario?”, se pregunta Polarizados, una nueva recopilación de ensayos publicada por Capital Intelectual.
El libro, un juego de palabras que reposa en un célebre ensayo del sociólogo francés Francois Dubet –¿Por qué preferimos la desigualdad? (aunque digamos lo contrario)-, indaga en la diferencia específica local: ¿qué tiene de particular la polarización en la Argentina? ¿Cómo funciona desde lo político, económico y social? ¿Y desde lo tecnológico?
Bajo el paraguas de diversos especialistas, y con una biblioteca detrás que no solo considera autores clásicos sino discusiones contemporáneas como la de Por qué estamos polarizados de Ezra Klein, el libro aborda los distintos aspectos de la polarización y la grieta.
Entrevista con Natalia Zuazo
Natalia Zuazo, periodista y consultora en comunicación política y políticas tecnológicas, habló con Clarín sobre este fenómeno en el terreno digital: las redes sociales, los foros y otros vericuetos de la web, a partir del artículo que escribió junto a la investigadora Natalia Aruguete.
Porque el argumento de la democratización que trajeron las redes puede ser bastante tramposo, y la pretendida democracia online quizás esté complicando más el debate de lo que pueda estar contribuyendo.
─Tendemos a creer que la grieta es algo “nuestro”, argentino. ¿Es así, o es algo mundial?
─Definitivamente no es sólo nuestra. La polarización política, ideológica, afectiva, los distintos aspectos desde los cuales se construye la polarización, están presentes en todas las culturas políticas del mundo. Dentro de ese esquema, solemos creer que el que está polarizado es el otro, que nosotros no estamos polarizados. Cuando en realidad todos contribuyen a la polarización, es decir, las personas, los medios de comunicación, los políticos, todos los actores desde sus distintos ámbitos juegan el partido de la polarización.
─“La polarización existe más allá de las redes”, dicen en el artículo. Sin embargo, advierten que juegan un papel importante, y que los algoritmos intensifican las divisiones. ¿Cómo funciona esto?
─Creo que lo que lo que se puede leer en el libro es que los sistemas políticos, vistos en el largo plazo, tienen cierta estabilidad que se puede estudiar y que es más permanentes. La cuestión con las redes y los medios (porque son un ecosistema que funciona en un conjunto) es que hay una oportunidad de intensificar ciertas lógicas que en el sistema se dan más a largo plazo. Y en las redes sociales son un poco más explosivas.
─¿De qué manera se manifiesta este fenómeno?
─Pongo un ejemplo. Nosotros tendemos en una conversación, en cualquier lugar, a coincidir un poco más o un poco menos, pero no llegaríamos a un extremo de una conversación violenta. Y, sin embargo, en las redes sociales eso lo vemos muy seguido. O en la televisión, ciertos comunicadores políticos que llegan al lugar de ser gente influyente, o influencers, ocupan más ese rol de intensificar conversaciones. Pero después el resto del escenario político es más estable.
─“En las redes todo retumba más”, dicen.
─Claro, en ese ecosistema de las redes y de los medios hay una caja de resonancia que suena mucho más alta por esa lógica estructural en donde, en función de las ganancias de las plataformas -que necesita atención permanente y la monetiza-, demanda todo el tiempo su explosión, que pasa por lo emocional y por lo afectivo. Aunque no nos parezca en el día a día -justamente porque vivimos muy dentro de las redes- el sistema político es bastante estable. De hecho, la alternancia que genera que pierdan unos que ganen otros, es una señal de madurez del sistema.
─¿Qué papel juegan los “indignados” en las redes?
─La burbuja política recompensa lo que nosotras llamamos la exaltación editorialista. Recompensa esa indignación permanente, sea en la pantalla, o sea en las redes o, más aún, lo que se suele ver, que es esa retroalimentación de un corte de un programa de televisión subido a las redes y multiplicado en 1000. O, al contrario, un tuit replicado en la televisión.
─¿Qué son los “intensos”?
─Bueno, los intensos son justamente las personas que hacen retumbar estas conversaciones. Pueden ser un periodista, un influencer. Se cree que las redes son horizontales, pero eso es un mito. Los periodistas son más influyentes, los medios son más influyentes. Incluso hay políticos que trabajan en las redes, o personajes en las redes que tienen más jerarquía dentro de ciertos nodos.
─En el libro diferencian entre los trolls y los intensos.
─Claro, esos personajes intensos a veces son personas reales, a veces personajes, otras trolls, generados para promover esa intensidad y el caos. Suelen tener dos funciones: a veces están especialmente ocupados en eso, en romper determinadas conversaciones y a veces no, apuntan a generar intensidad en las conversaciones para que las conversaciones se polaricen.
─Un planteo que aparece en el capítulo de ustedes es que se nos hace imposible mirar un programa contrario a nuestras ideas porque las redes personalizan nuestros contenidos y esto condiciona nuestra “tolerancia”. ¿Cómo es esto?
─Viene de una lógica que ha cambiado a partir de las redes sociales y de tratar de comprender una lógica no ingenua de las noticias engañosas o falsas. ¿Qué cambió? Las fake news, por supuesto son viejas. Existieron siempre, pero antes había un cierto consenso de que todos mirábamos un programa de televisión, político o no político, y al otro día hablábamos, discutíamos, e incluso nos peleábamos sobre lo que había sucedido pero sobre un consenso común, una base común. Hoy lo que sucede es que ese programa ya no existe más, ya no hay una base común, porque la lógica digital hace que haya una personalización muy grande, ya casi no miramos un programa entero y todos al mismo tiempo, mientras estamos cenando.
─¿Y en qué cambia el debate esto?
─Toda esa personalización hace que no tengamos una base común de discusión. Eso condiciona, en cierto modo, nuestra tolerancia. No significa que no podemos ser tolerantes con nada, pero eso nos mueve en unas burbujas en donde en general no compartimos lo que ve el otro y por lo tanto lo que ve el otro nos resulta muy extraño.
─El libro mismo se pregunta si la polarización es mala en sí misma. ¿Qué pensás?
─Por supuesto, hay una cuestión en la grieta en la polarización que es un negocio para muchos. Yo creo que la polarización en la grieta, al proponer dos extremos, lo que da es una pereza intelectual, una pereza creativa, una falta de ganas de buscar alternativas narrativas de comunicación. Para cierto grupo de personas que tienen mucha pereza intelectual la polarización es fantástica, porque resuelve muchos problemas: las respuestas están servidas, en la fuente A o la fuente B. Yo prefiero una sociedad donde haya un poco más de incertidumbre, aunque pueda ser más doloroso. Lo que creo es que los que tenemos algunos privilegios y podemos vivir con esa incertidumbre, tenemos la responsabilidad -por los que no pueden convivir con ellas- de trabajar en en algunas soluciones mejores y compartirlas con el resto del mundo. Porque si no somos responsables de un mundo cada vez peor.
─¿Qué proponés desde tu lugar para superar esta polarización?
─Mi trabajo diario es salir de los sentidos comunes y pienso en que tenemos que comunicar para el bien común. Además fomento que la tecnología sea usada de la misma manera y para eso trabajo muchísimo en la planificación y la estrategia, con quienes quieran trabajarlo. Hay que tener estrategias muy claras para superar esa polarización y no hay nada sencillo en eso, pero tampoco nada imposible. Creo que definitivamente se trabaja menos de lo que se debería en generar comunicaciones políticas y planteos muchísimo más creativos e interesantes. Y cuando se hace se logra un impacto enorme. Hay que trabajar verdaderamente en qué se necesita en cada caso y no estar pensando en hacer algo para responderle a otro, sino lo único que se termina fomentando es la misma polarización de siempre.