7 razones para decir #NoAlVotoElectrónico

0 Veces compartido
0
0
0

La gestión Cambiemos, al frente del Gobierno argentino, presentó en el Congreso y quiere aprobar -con manifiesta rapidez- una reforma electoral para que entre en vigencia en las próximas elecciones de 2017. El proyecto propone la modificación de las listas colectoras y múltiples, el ordenamiento y unificación de elecciones(primarias, provinciales y nacionales) y algunas reformas del código electoral. Pero, y fundamentalmente, la iniciativa y el gran interés del oficialismo es cambiar el modelo de votación hacia “un sufragio con boleta electrónica”.

No entraremos en este post en el debate sobre los distintos modelos de votos electrónicos ni las diferencias semánticas sobre si el modelo de la boleta única electrónica (BUE, el que prefiere el oficialismo) es o no “voto electrónico”. De decir por qué sí lo es ya se encargó Delia Ferreira Rubio, abogada experta en transparencia, en esta nota, en donde además agregó: “La aplicación de la BUE es la negación de todos los estándares internacionales en la materia y deja a la vista una gestión electoral apresurada y desprolija.”

Sí daremos varios argumentos ofrecidos por expertos de distintas ciencias (sociales y exactas) que no recomiendan, en su mayoría, la implantación de este sistema. Algunos de ellos expresaron sus explicaciones en las reuniones de comisión de Asuntos Constitucionales en la Cámara de Diputados (recopiladas acá por @anitalmada), y también los vienen explicando desde antes de esta propuesta. Entre ellos, el grupo de los técnicos incluso viene aportando evidencias por las que el sistema es vulnerable. En su mayoría, las evidencias no fueron y no son escuchadas (a la vista de la insistencia del Gobierno con la aprobación del proyecto). En otro caso, el del informático Joaquín Sorianello, incluso estas las pruebas de vulnerabilidad valieron un allanamiento y un juicio, que luego no sólo lo declaró inocente sino que confirmó que el sistema “era vago y podía ser vulnerado con facilidad“.

Aún así, el oficialismo insiste con que el voto electrónico debe implementarse porque es más “rápido”, es seguro, garantiza el secreto, limita el fraude y el clientelismo, y porque -simplemente- es más moderno. En cualquier caso, estos argumentos pueden ser rebatidos.

(La lista puede ser completada y los ejemplos son algunos de los posibles. Para profundizar, recomiendo seguir a los especialistas citados, que se encargan del tema desde diferentes experiencias e incluso posiciones ideológicas disímiles).

1: La mayoría de los países no utiliza voto electrónico. Y algunos de los que lo usaban, dejaron de hacerlo. 

 

De 295 países en el mundo, sólo 7 utilizan el voto electrónico (de algún tipo y en alguna parte del proceso). (Dos europeos: Bélgica y Estonia. Tres en América: Brasil, Venezuela y EEUU. Dos de Asia: India y Filipinas)

Algunos países “desarrollados”, tras implementar distintas versiones de voto electrónico, lo prohibieron. Entre ellos: Alemania, Finlandia, Holanda, Australia, Irlanda, Estonia, Polonia). (Para un análisis de cada caso, recomendamos este post de Artepolítica).

El caso más citado es el de Alemania, cuyo Tribunal Constitucional rechazó su uso en 2009 porque no permiría la fiscalización del proceso electoral por personas sin conocimiento técnicos. El tribunal Alemán afirmó expresamente que: “En la utilización de aparatos electorales electrónicos, el ciudadano debe poder controlar los pasos esenciales del acto electoral y la determinación del resultado de manera fiable y sin conocimientos técnicos especiales.” ¿Qué significa? Que es fácil ver si alguien hace fraude con un sobre o un papel. Tanto el presidente de mesa como los fiscales, la policía, otro votante, pueden saber si alguien está tratando de robarse o cambiar algo. ¿Quién es capaz de saberlo en el caso de software? Menos personas, ya que se requiere de un conocimiento mayor para entenderlo. Esto va en contra de la universalidad del voto: si son muy pocos los capacitados para entenderlo, también son pocos los capaces de auditarlos. En consecuencia, se generaran “castas” de conocimientos y la auditoría queda en manos de una elite. En la capacidad del control ciudadano hay una garantía de la legalidad del proceso electoral. 

El matemático y especialista en seguridad informática Enrique Chaparro, de la Fundación Vía Libre, ofrece otro dato contundente: “Si uno mira un ranking de países por índice de desarrollo humano, los primeros 20 votan con papel”.

 

2: Los países con acceso a la tecnología más moderna no usan voto electrónico.

 

Delia Ferreira Rubio, en una excelente exposición en Diputados (que pueden ver completa aquí), dijo que el problema del voto electrónico no es estar a favor o en contra de las máquinas o de la modernidad, sino constatar si las máquinas pueden garantizar el secreto, la seguridad y la integridad del voto. Como el sistema electrónico, en sus distintas vertientes, aún no lo garantiza, entonces no debe implantarse. “No hay ningún tratado internacional del mundo que diga que el principio electoral madre es la rapidez”, señaló, refiriéndose a que si, a cambio de rapidez dejamos de lado el secreto, entonces no seremos modernos. Alemania u otros países no rechazaron el sistema electrónico porque no cuentan con la capacidad técnica o económica de implementarlo. No lo hicieron porque ponía en riesgo la democracia y ese valor primó frente a “ser más modernos”.

Ferreira Rubio señaló que, en la Ciudad de Buenos Aires, para ser “más rápidos y más modernos”, además nos saltamos un paso en la Legislatura, aprobando un cambio en el sistema electoral sin la mayoría suficiente (lo que provocó la renuncia del presidente del Tribunal Superior de Justicia, José Osvaldo Casás). Esto refuerza el argumento de la fe ciega en la modernidad: no importa si después el sistema tiene fallas, lo que importa es “mostrar” modernidad sumando máquinas a una votación. Sin embargo, incluso un país moderno como Corea del Sur, elegido por el ministro de Modernización para comprar las máquinas de votación y cooperar en la confección del software, utiliza para su sistema electoral boletas de papel.

La experta también derrumbó el mito de la rapidez: en la Ciudad de Buenos Aires, con boleta única electrónica, y en la provincia de Córdoba, con boleta única de papel, los resultados de los escrutinios tuvieron tiempos similares. Pero no sólo eso: durante el escrutinio fueron los mismos observadores (humanos, no máquinas) los que detectaron problemas de carga en el padrón, que fueron corregidos luego de hacerse públicos en las redes sociales. Otra vez, el “sistema” no advirtió el error: fueron los ojos de muchas personas, cooperando, y sin capacidades técnicas específicas, las que garantizaron la transparencia del sufragio. 

Finalmente, hizo otra comparación contundente: el voto electrónico no elimina el clientelismo. “Sino, no habría clientelismo en Venezuela, Salta, Buenos Aires, o Brasil”, todos lugares que implantaron ese sistema, dijo Ferreira. Y recordó el caso del presidente venezonalo Nicolás Maduro que, tras una elección con sistema electrónico, declaró tener en su poder la lista de empleados públicos que habían votado en contra del partido.

3: El voto electrónico es técnicamente vulnerable.

 

Antes del actual debate, distintos expertos informáticos habían denunciado y publicado distintos tipos de vulnerabilidades, no sólo al sistema BUE, sino en general de los sistemas informáticos del mundo.

Al contrario del discurso oficial, que señala a las másquinas del BUE como “simples impresoras de boletas”, sin capacidad de conectarse a internet o de intercambiar información a través de otros dispositivos conectados por un puerto USB, los expertos demostraron que son computadoras de propósito general modificadas para mostrar candidatos en una pantalla táctil e imprimir una boleta que contiene un chip de radiofrecuencia (RFID), que permite la transmisión de ese voto.

Quien recopiló en su blog gran parte de estos casos es el programador Javier Smaldone. Entre otros, explicó la vulneración en el sistema Vot.ar de Magic Software Argentina que mostró Joaquín Sorianello. En ella, mostraba que había una falla en el protocolo que hace que los datos “viajen” por internet encriptados (es decir, seguros en su camino de las máquinas al centro de conteo). Por lo tanto, un ataque mal intencionado podría haberlo interceptado en su camino y modificarlo, y así alterar el resultado de la elección. No sólo eso: el informático detectó que los datos de los técnicos que tenían las claves eran de fácil acceso y sus mismas claves fáciles de “adivinar”. Este error, denunciado días antes de una elección porteña, valió el allanamiento al programador, en vez de significar la reparación de la falla.

Smaldone también documentó otra falla conocida como “multivoto”, que incluso fue detectada luego de la auditoría de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

Daniel Penazzi, matemático de la Universidad Nacional de Córdoba, señala que uno de los mayores problemas del sistema que se quiere implementar es que cuando el elector emite su voto sólo puede “confiar” en el sistema mismo y en los expertos que el resultado sea igual a su voto y que el secreto se mantenga intacto. Su conclusión es que ni el sistema de la Ciudad de Buenos Aires ni el de Salta (presentados como ejemplos a seguir) todavía no garantizan la privacidad, y menos aún si se pretenden extender a todo el territorio nacional.

Pero no sólo se detectaron errores en las máquinas de votación. También se encontraron vulnerabilidades en los padrones de votación, tal como lo advirtió la jueza Servini de Cubría en julio de este año. “Mandé a hacer un estudio y encontraron que no hay seguridad”, declaró la jueza, que luego se reunión con la ONG Transparencia Electoral. “Si el padrón no genera confianza por su vulnerabilidad empañará toda la reforma electoral en curso. De poco sirve contar con un novedoso instrumento de votación como la Boleta Única Electrónica si el padrón le abre la puerta a la discrecionalidad y a la falta de control”, concluyó Leandro Querido, director de la organización.

 

4: La rapidez por implementar el voto electrónico en 2017 impide auditorías serias y exhaustivas.

 

El proyecto de reforma electoral dice que la tecnología a aplicarse en el voto debe ser auditable, debe garantizar la privacidad (secreto del voto), la seguridad (que evite ataques), la equidad (que todos los partidos estén en las mismas condiciones), la accesibilidad (que su uso sea simple y entendible para la mayoría de la gente) y confiable. Sin embargo, los expertos señalan que, con los tiempos propuestos, esto no está garantizado.

En esta excelente nota, mi colega Bruno Massare recoge la opinión de Iván Arce, experto en seguridad informática y director del Programa de Seguridad en TIC de la Fundación Sadosky, que señala que además del aparato de votación hay que auditar el desarrollo mismo de su software, desde el principio del proceso como indican las buenas prácticas en la materia. Según Arce, entonces, si se usara el sistema de MSA, que utiliza paquetes de software de cientos de proveedores, habría que auditar decenas de millones de líneas de código. Sin embargo, el experto advierte que  con “los plazos que se manejan en el proyecto no son razonables” las auditorías necesarias para garantizar la seguridad.  De acuerdo con el especialista, tampoco fue exhaustiva la auditoría de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, y destaca que la misma no cuestionó un problema de diseño del sistema: la transmisión del voto por radio a los chips en las boletas, que “abre una puerta para que alguien pueda capturar esa información”.

Pero además del poco tiempo para auditar el sistema completo, Arce también advierte un problema que quedó demostrado como real en el caso del juicio a Sorianello: cuando los informáticos revelan fallas del sistema son castigados y no tomados como parte de la cooperación en la mejora de seguridad. “Hay un espíritu de penalización de la seguridad informática, de prácticas que no son un delito y esto es un desincentivo a investigar y hace que sea más difícil encontrar problemas en un sistema de este tipo”, dice Arce en diálogo con el periodista Bruno Massare.

En su exposición en Diputados, Alfredo Ortega, doctor en informática y especialista en auditoría en seguridad de software, fue otra voz que advirtió: “No es posible auditar este sistema en 180 días, como dice el proyecto. Hay casi 90.000 máquinas. Es imposible. Entonces no se puede confiar”. Según Ortega, el gran problema del proyecto de voto electrónico presentado en el Congrso es que “sus ventajas están sobre representadas”. Por lo tanto, se minimizan los posibles problemas. “La auditabilidad, la resistencia al fraude y el secreto no se garantizan. El sistema es muy vulnerable”, dijo y recordó que el BUE sufrió cuatro ataques, dos de los cuales la policía no pudo encontrar. Y sumó un argumento a la idea de Iván Arce: “La boleta electrónica misma tiene una computadora adentro. Tiene código”, que también hay que auditar.

Sin embargo, y al igual que la de otros expertos, su conclusión no fue descartar de plano la tecnología, sino advertir que hoy, aquí y ahora, el sistema no es seguro. “El mundo se está alejando del sistema de voto electrónico. No quiere decir que en un futuro no se pueda llegar. Pero hoy en día no se puede hacer. Como prevención, los países están alejándose de este sistema. La Argentina está yendo en contra del conocimiento mundial. Deberíamos aprender. El voto no debería involucrar ningún sistema informático”, concluyó.

 

5: Hasta la CIA admite que el voto electrónico es vulnerable.

 

Estados Unidos elegirá presidente en noviembre. Los rumores y amenazas de un posible “hackeo” a las máquinas de votación, especialmente por parte de activistas rusos, generan debate en ese país. A partir de esa posibilidad, el mismo director de la CIA, John Brennan, no descartó “volver a la boleta en papel” para garantizar la seguridad de los comicios. “Tendremos que tomar decisiones para enfrentar cualquier vulnerabilidad de nuestro sistema y nuestras redes. Eso puede ser volver a la boleta en papel en algunos lugares”, dijo. Y agregó: “Como país, como gobierno, como pueblo, tenemos que tener claro el caos que se puede generar. No sólo en términos de dar de baja una red eléctrica, sino en términos del potencial de manipular la base de nuestra democracia que es una elección”.

El cuestionamiento del sistema no es nuevo en Estados Unidos. Además de en distintas elecciones sospechadas de fraude, el magnífico documental Hacking Democracy (aquí completo y con subtítulos en español) mostró que, incluso ante ciudadanos dispuestos a investigar y llevar sus sospechas de un sistema vulnerable ante las autoridades (en las elecciones presidenciales de 2000 y 2004), los negocios y la fe ciega en la tecnología. Es decir, demuestra que, una vez implantado el voto electrónico, volver atrás al anterior sistema no es tan sencillo. Por eso, debe discutirse su elección con tiempo y considerando las advertencias de los expertos.

6: Quienes advierten sobre los problemas del voto electrónico son de distintos partidos e ideologías.

 

Podrían decirnos: “Los que rechazan el voto electrónico lo hacen para oponerse a una iniciativa del gobierno de Cambiemos”. Sin embargo, el argumento se caería muy rápidamente. Todos los expertos que hemos citado en este post, quienes vienen mostrando los errores del sistema y quienes criticaron el sistema en las audiencias en el Congreso, tienen distintas proveniencias partidarias e ideológicas. Incluso entre los expertos en informática hay quienes criticaron muy duramente al kirchnerismo y otros que acordaban con ese gobierno.

Entre los legisladores, la mayoría del bloque kirchnerista en el Congreso rechaza el proyecto. Pero también presentaron su rechazo los partidos de izquierda. Incluso entre los legisladores oficialistas hay quienes sí sostienen que la boleta única es mejor opción (esto también es consenso entre los expertos y entre legisladores de otros bloques), pero no todos tienen absoluta certeza de que la boleta única electrónica sea la solución. Probablemente la defiendan por disciplina partidaria, pero puertas adentro el convencimiento no es total.

7: La tecno-política se basa en evidencia. 

 

La evidencia en el caso del voto electrónico es contundente: el sistema -hoy, tal vez mañana eso cambie- no es seguro, no garantiza el secreto y la integridad del voto. Las decisiones de tecno-política deberían basarse en las experiencias y casos empíricos que ofrecen quienes estudian estos sistemas. En la Argentina, aún con la evidencia que dice que no deberíamos ir hacia el voto electrónico, el Gobierno insiste con hacerlo. La razón para hacerlo, entonces, queda del lado de la magia, de la fe en una herramienta que fue probada y rechazada en otros lugares del mundo.

El argumento es bastante sencillo. Si usted pregunta a sus conocidos sobre un restaurante nuevo y la mayoría le dice que se come mal, que es caro, que tardan en traer la cuenta, ¿iría igual o seguiría yendo al lugar donde come bien y paga un precio razonable? Si le recomiendan una obra social pero sus amigos le dicen que estuvieron afiliados pero se pasaron a otra porque el servicio era malo, los turnos los daban muy tarde y había pocos médicos en la cartilla, ¿usted iría a asociarse o buscaría una alternativa?

Los países modernos basan sus decisiones en evidencia y consulta expertos. Si los consultamos y advierten que no vayamos al sistema de voto electrónico, ¿qué decisión estaremos tomando para nuestro país y su democracia? El voto es la base del resto de las decisiones de nuestra vida política. Debería ser prioridad 1, entonces, debatir y decidir con qué herramienta lo vamos a practicar. Sino, la sospecha de que se trata otra decisión política más basada en negocios de privados, motorizada por el poder estatal, queda como alternativa evidente a la toma de la decisión.

Finalmente, volvamos al pensamiento contrafáctico: Supongamos que hay una epidemia de una nueva enfermedad sin cura. Supongamos que hay gente muriendo. Supongamos que tenemos una vacuna no probada, pero que podría salvar algunas vidas. Tal vez, incluso sin total evidencia, podríamos arriesgarnos a utilizarla, porque la otra opción es dejar morir a mucha gente.

En el caso del voto electrónico eso no sucede: hoy, aquí y ahora, tenemos opciones que funcionan. Que pueden tener problemas y corregirse. Además, tenemos evidencia de otros países que probaron y volvieron al papel. Si con toda esta evidencia optamos por la opción insegura, es porque todos decidimos no escuchar (o ignorar) las advertencias. O, como dice Cory Doctorow: “Si hackean la elección es porque nadie escuchó a toda esta gente”.

 

 

0 Veces compartido
También te puede interesar