¿Por qué Facebook quiere ser bueno?

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Update 21 de enero 2016: El presidente Macri se reunión con la CEO de Facebook y habló sobre la “la idea de la compañía  implementar servicios gratuitos mediante una aplicación móvil, con la finalidad de aumentar la penetración de Internet en países en desarrollo”.

(Publicada en la revista Brando de julio de 2015)

Mark Zuckerberg, el dueño de Facebook, quiere llevarle conexión a internet a los usuarios del mundo que todavía no tienen acceso a través de Internet.org. Los peligros de un proyecto que desembarca en América Latina.

No: tener internet no es lo normal. En el mundo, apenas el 40 por ciento de la gente se conectó alguna vez a la Red. Entre ellos, la mayoría (el 78 por ciento) vive en países ricos, mientras que en las economías más pobres del planeta, el porcentaje de personas que acceden e internet es solo del 32 por ciento. Casi dos tercios del planeta permanece offline. El problema, como todo conflicto político y económico, depende de ofertas, demandas y decisiones: que se instale la infraestructura para conectarse, que la gente pueda pagar el precio del servicio, y que tenga los medios físicos y el conocimiento para conectarse (un teléfono, una compu, saber leer y escribir).

Los olvidados de la Red

En el mundo ideal de internet, construido de personas felices, con celulares nuevos, conectándose a través de una nube, “el problema del acceso” a internet es un tabú. La publicidad y el marketing de la tecnología nos hablan siempre a nosotros, los hiperconectados, los heavy consumers de la Red. Pero hace silencio sobre los que nunca traspasaron la puerta del wifi, aquélla que nos abre al universo online. Para los conectados, “la brecha digital” suele ser un problema de otros: los más pobres, los que viven lejos, los que no aprendieron a usar una computadora o solo la vieron por televisión.

En la Argentina y en el mundo, existen iniciativas para reducir esta brecha digital: planes para brindar conexión en bibliotecas y locutorios, iniciativas para compartir wifi en pequeñas comunidades, proveedores locales de internet a bajo costo, inversión pública en infraestructura (Argentina Conectada, por ejemplo, ya instaló 30.000 kilómetros de fibra óptica en todo el país, alcanzando 1.800 localidades, que en su mayoría ni siquiera contaban con servicio telefónico), entrega de celulares o de netbooks (como el plan Conectar Igualdad, que ya entregó casi 5 millones de computadoras). Todas estas iniciativas buscan lo mismo: llevar internet a aquellos lugares adonde no es “rentable” invertir, como los pequeños pueblos o los que tienen pocos habitantes, o donde no existe un nivel económico elevado como para que todos paguen una conexión a internet, y entonces se comparten recursos a través de iniciativas públicas o privadas. El mapa es similar: donde hay más dinero hay más internet: en Argentina, el 78 por ciento de los accesos están concentrados en Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. Pero, ¿el resto?

Para el mundo subconectado, el CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, lanzó en agosto de 2013 el proyecto Internet.org. Su iniciativa asoció a seis empresas de telefonía móvil (Samsung, Ericsson y Nokia, entre ellas) para brindar acceso gratuito a ciertos sitios de internet, que por supuesto incluyen una versión light de Facebook, y a algunos servicios de salud (algunos muy positivos, como cuidados para las mujeres y los niños), educativos (como Wikipedia) y para buscar trabajo, que varían de acuerdo a cada país. ¿Cómo funciona? Los usuarios se descargan la aplicación internet.org en un teléfono Android y pueden acceder a estos servicios, sin costo de facturación. Para la primera gran presentación, Zuck viajó a la India, donde reunió a expertos, funcionarios y colegas de la industria tecnológica preocupados por expandir el mercado a personas que no hablen inglés, el idioma por default de la Red, pero que deja también del lado de afuera de internet a quienes no hablan este idioma.

¿Ciudadanos o consumidores?

De eso se trata: si el mundo no sigue expandiendo sus conexiones, el mercado deja de crecer. Y si el mercado deja de crecer, el universo de consumidores de Facebook se reduce. En consecuencia, las grandes empresas que monopolizan la Red también disminuyen sus ganancias. La razón es clara: Facebook y Google son las empresas de publicidad más grandes del planeta. Ocho de cada diez personas que está usando internet ahora, está dentro de ellas, dejando (voluntaria o involuntariamente) sus huellas digitales en forma de datos, para que luego le ofrezcan productos y servicios (que necesita o no, como sucede con toda la publicidad).

Para Zuckerberg, pero también para la industria de internet, es vital que el mercado siga creciendo. Por eso, luego de desembarcar el India y en África, el dueño de Facebook apuntó a América Latina, donde se reunió con los presidentes de Colombia, Panamá, Perú, Brasil, y con Cristina Fernández de Kirchner, de Argentina. En Colombia y Guatemala (y en Kenia, Tanzania e Indonesia), Internet.org ya se puso en marcha. Sin embargo, en otros países la discusión sigue abierta, porque la iniciativa no se trata solamente de buenas intenciones.

El primer riesgo de Internet.org afecta a la neutralidad de la red, que implica que un proveedor de conexión no puede privilegiar el acceso o la velocidad de un contenido por sobre otro. “Como todas las aplicaciones que no cuentan contra las cuotas de datos o son gratis (o llamadas de zero rating), Internet.org privilegia a una empresa y los servicios que ella elige por sobre otros”, explica Javier Pallero, analista de políticas de Access Now, una organización internacional que defiende derechos de internet. El mecanismo es sencillo: al hacerse cargo del costo de acceso, estas aplicaciones privilegian sus propios contenidos por sobre otros. Es decir, otorgan ventajas a sus servicios. La consecuencia entonces podrá ser más personas conectadas, pero solo accediendo a unos contenidos que seleccionaron para mí.

¿Una internet de segunda?

¿La internet pobre para pobres? Algo así, porque Internet.org propone un modelo parecido a la televisión: es gratis mientras veas los contenidos que otros seleccionaron para vos. Si querés ver otros, tenés que pagar. Si querés opinar, tenés que pagar. Por lo tanto, sin acceso neutral e integral a toda internet, la Red pierde su sentido.

El segundo riesgo, es que concentrar los nuevos accesos a través de una sola aplicación implica riesgos para la privacidad de los ciudadanos. “Como Edward Snowden reveló, Facebook comparte información con la inteligencia estadounidense, a través de la NSA”, recuerda Pallero. La fórmula es sencilla: la gran ganancia de Facebook es que todos estemos en su plataforma, saber nuestros consumos, edad, sexo, profesión, religión y preferencia política, para construir con eso perfiles para vendernos publicidad. Es decir, obtener la información más detallada posible sobre nuestros hábitos, con exactitud de minuto a minuto, para que todos los anunciantes quieran publicitar en su empresa.

Para Facebook, el negocio es redondo. A más usuarios conectados, más negocio. A más anuncios de preocupación por la conectividad de los más necesitados, mejor marketing positivo para su empresa. Con el argumento “mejor algo que nada” (mejor acceder poco y limitado que no acceder nunca), algunos defienden el proyecto. Sin embargo, también vale hacer otra pregunta: si la forma de reducir la brecha digital del acceso genera una nueva diferencia, con conectados de primera y de segunda (limitados a ciertas aplicaciones y espiados como conejitos de Indias), ¿no estaremos generando una grieta aún mayor?

 

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