La información en la era de la posverdad

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Las noticias falsas existen desde hace casi un siglo. Pero ahora invaden la Red y logran cambiar los resultados de las elecciones. ¿Cómo combatirlas?

HACE 10 AÑOS, YA ENSEÑABA PERIODISMO digital y mis alumnos me discutían que escribir corto y al punto atentaba contra el periodismo (al menos, contra el periodismo que habían leído como ejemplo). Cuando además les decía que si querían escribir para la web tenían que olvidarse de los títulos poéticos e ir al punto para que Google los indexara, se enojaban un poco más. “¿Qué va a quedar del periodismo, entonces?”, me increpaban, como si fuera mi culpa ese cambio que empezaba en la forma de producir las noticias. Pero, al contrario de lo que sentían ellos, mis consejos tenían un objetivo amoroso y a la vez pragmático: “Cambien para sobrevivir en su profesión”. Una década después, ya no solo los periodistas ni los que trabajamos en la industria de internet nos reiríamos de nuestra ingenuidad, sino que hoy nos enfrentamos a otro problema grave, que incluso tiene un título: las noticias falsas o la “post-verdad”. Ya ni siquiera se trata de cómo titulemos o escribamos, sino de que convivimos en un ecosistema de información digital (y no digital) rodeado de opiniones, datos y falsas certezas.

Las noticias falsas no son algo nuevo. Preceden a Facebook, a Twitter y a los miles de sitios que cada día intentan captar la atención en un mundo de concentración informativa y crisis del periodismo. El ciudadano Kane de Orson Welles ya había mostrado en 1941 a un magnate de medios frío, en el trono de su imperio informativo, como el espejo del poder opaco de la prensa para dirigir la opinión de un país. No importa cuál: la historia tuvo muchos, siempre con buenas relaciones con la política, para confundir la realidad en favor del más poderoso. Con el cambio del mapa de los medios y el crecimiento de las redes sociales (la fuente primaria de información entre jóvenes de 18 y 24 años), todos fuimos viendo cómo detectar lo verdadero. O al menos lo verosímil: se transformó en una actividad necesaria para nuestra vida

como ciudadanos. Con armas más o menos eficaces, todos comenzamos a convertirnos un poco en periodistas. Y los periodistas profesionales a volver a las fuentes: el chequeo de datos, el periodismo cada vez más sencillo en su narrativa pero profundo en su interpretación.

Sin embargo, en 2016, se produjo un nuevo turning point en la historia de las noticias falsas. Tanto, que el Diccionario Oxford declaró la “post-verdad” como palabra del año. Su uso en nuestro léxico cotidiano aumentó un dos mil por ciento y las tapas de las grandes revistas de tendencias del mundo como The Economist o Time se ocuparon del tema. ¿Por qué? Porque las fake news dejaron de ser una broma o un artilugio de los medios para conseguir más tráfico. Este año, la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos comprobó que las mentiras pueden llegar a ocupar el lugar del poder real. La ficción llegó a la Casa Blanca.

La razón para el ascenso de las noticias falsas es económica, en medio de un cambio en la forma en que se producen y consumen las noticias: ya no hace falta comprarse una cadena de televisión para llegar al poder. Hoy, si dominamos la publicidad en las redes sociales y logramos tener presencia en la infraestructura informativa de las redes (donde los usuarios son consumidores, pero también productores de noticias), tenemos ventaja. Los números lo demuestran.

Para la elección de 2016, Donald Trump había recaudado menos de la mitad que Hillary Clinton. El magnate tenía 250 millones, contra 550 millones de la candidata demócrata. Trump se dio cuenta a tiempo de que tenía que usar su gran poder de contagio en las redes y contrató a Brad Parscale, un experto en marketing digital, para llegar a cada persona que pudiera multiplicar su mensaje. Luego, cortó su presupuesto en medios tradicionales (televisión y diarios). Al final de la campaña, su estrategia generó 647 millones de menciones gratuitas en los medios, o el equivalente a haber gastado 2,6 billones de dólares (que, claro, no gastó, sino que se produjeron “gratis” por el impacto de sus contenidos). En el medio, la pregunta: ¿todo lo que salía de la usina Trump era verdadero? No. Es más, el mismo republicano compartió encuestas de sus propios medios haciéndolas pasar como sondeos a nivel nacional, y retuiteó informaciones que eran totalmente falsas, como una que sostenía que había mandado un avión de su propia flota a rescatar soldados varados en un país lejano. Nunca desmintió la mentira que más circuló: que el mismísimo papa Francisco había apoyado su candidatura.

Tras las elecciones en Estados Unidos, Ipsos publicó un estudio contundente: de las 20 noticias más compartidas en Facebook durante las elecciones, las de los medios “tradicionales” habían logrado siete millones de interacciones y las de los medios “alternativos” (no siempre verdaderas) habían superado los ocho millones. Los usuarios habían considerado ciertas el 75% de las noticias falsas, y las habían compartido, comentado, celebrado o rechazado. Para que esto sucediera, Facebook y su algoritmo (que premia “subiendo” en el muro lo más compartido y comentado) hicieron gran parte del trabajo. Corresponsable del efecto, Mark Zuckerberg minimizó el problema: “Creo que hay una falta de empatía en pensar que la razón por la que alguien votaría de un modo determinado es por una noticia falsa en la Red”, dijo el creador de Facebook. Y agregó: “En todo caso, hay noticias falsas en ambos lados”. Luego habló el propio presidente Obama: “Si todo es verdad, entonces nada es verdad. Hay tanta desinformación presentada de modo tan lindo que, si no distinguimos las cosas, ya no sabremos qué proteger”.

Recién entonces, Zuckerberg se hizo cargo: “Hay mucho que necesitamos hacer, es importante que sigamos mejorando nuestras habilidades para detectar la información falsa”. Unas semanas después, la gran red social anunció un conjunto de medidas, entre ellas, agregar un botón para que la comunidad denuncie las mentiras, y asociarse a un grupo internacional de medios de fact-checking (chequeo de noticias) para que estos lo ayuden. Entre ellos, Chequeado.com se sumará desde Argentina.

 

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